6 jul 2017



Soy la piedra que lanzó un retrasado mental contra el muro Un homenaje a los padres fundadores anónimos violentos terroristas acróbatas del suicidio reventados por la vida Con los brazos desnudos bañados en sangre el rostro curtido por la tipografía de los periódicos la lengua rapada y los ojos luminosos mi cicatriz se extiende por todo el mundo y se concentra en las sombras y reconoce el sudor de los relámpagos cuando pierde el conocimiento Los planetas a mi alrededor no tienen significado lo único que les importa es el silencio están parados sobre mis costras Soy una costra que no trascenderá no tengo nombre ni credencial ni malgasto mi tiempo en el oficio Los muertos me acompañan y me golpean y tengo que doblar los ojos para no reconocer su sufrimiento en los restos apagados de la ciudad Lo único que me importa es el viento acariciando las raspaduras del sacrificio los tanques llenos de gasolina su olor incendiario la dimensión estética de los ensayos nucleares


el humo de las flores que se extiende frente al telescopio


Los verdaderos poemas son piedras o no golpearían a la gente


Los poetas salvajes están bajo tierra junto a los monstruos










Victor Ibarra Calavera (Ciudad de México, 1990)

20 ene 2015

Benditos 90's

199? Chingado Tratado de Libre Comercio, chingado Carlos Salinas de Gortari, pinches libros de texto gratuitos decían puras pendejadas (muchos se las creyeron), en aquellos años balaceras como la del Aeropuerto de GDL donde mataron al cardenal Posadas Ocampo eran un auténtico escándalo (hoy son rutina), el DF se volvía el estado #32, muchos acá empezábamos a enfrentarnos precipitados a eso que llaman trabajo, Ahhh el 1994, 1994, 1994, el resurgimiento de la otrora esperanza el sureste mexicano con el EZLN, aquel mismo año tres meses después (nunca voy a olvidar las imágenes y la canción que transmitían por cadena nacional) el asesinato de Luis Donaldo Colosio, un político menos, pensé. Subieron el iba del 10 al 15% ¿Cuando dejamos los juguetes?

Nuestros padres tuvieron todo para cambiar el mundo y no cambiaron nada. Luego en el 96 el EPR, todo parecía buena idea. Hasta el Banco de México adelantaba pagos al FMI, un poco tarde todos se daban cuenta de la burla (FOBAPROA), se fue a la mierda el archirrival Octavio Paz. Me acuerdo mucho de la visita del mentado Papa Juan Pablo segundo, nunca me pareció gran cosa, nunca tuve héroes. Después en 1999 hondeé por primera vez una bandera Roja/Negra. Por primera vez también nos llamaron "rebeldes", agitadores de una huelga ilegítima, Todo aquello se acabó para mi una peculiar tarde cuando al volver de la escuela las torres gemelas se colapsaron...

Hay momentos de todo eso que guardé para la posteridad pero siempre me pregunto ¿es que ya nadie lo recuerda?

And i swear that i don't have a gun
No i don't have a gun
No i don't have a gun
No i don't have a gun...












22 abr 2014

Estábamos en eso de salvarnos

Estábamos en eso de salvarnos, estábamos
amargos y oscuros
sobre el caballo del tiempo.

Tú no me veías,
debí saberlo. Tú no me veías
zozobrando.

Una tarde sembré un brazo de siempreviva
porque estábamos en eso de salvarnos
y yo pensaba en los retoños
con apasionada inocencia,
mientras el mar, su cadera turbulenta,
nos arrojaba entre médanos de niebla.

Era el cielo tendido entre dos mares,
el grito acallado en la garganta
con hirvientes alfileres,

pero estábamos en eso de salvarnos,
porque pensaba "qué hermoso sería
salvarse entre dos manos".

Porque estábamos en eso de salvarnos
caminé tras de otros pasos
con la voz atenazada por la asfixia,
una urgencia de metales y campanas,
mientras las llamas devoraban
la maleza que crecía entre nosotros.

Porque estábamos en eso de salvarnos,
quise entregarme a la delicia del ensueño
en una habitación donde la sangre
y su ramo carnal
pudieran cerrarme los ojos,

porque estaba en eso
de caminar sobre la cuerda,
y era nada más salvarse,
para no poner
el pie sobre el vacío, poner
el pie sobre la cuerda.

Fue por eso,
porque la muerte tenía
la blancura toda para ella,

que anduve de cima en cima
desterrada,
y los frutos todos
amargaban mi lengua;

porque estábamos heridos y solos
en esa desventura, en esa tierra
donde los hombres
se conocen a sí mismos,

mientras los otros, envilecidos como hienas
y voraces aves de rapiña,
nos miraban persiguiendo
estrellas en un pozo:

la perra que viste vestirse de cisne,
la muda nutria desangrada,

y porque sabía ya de esa sombra,
de su hondura casi agua, casi cielo,

porque había que cerrar los ojos,
no ver hacia adelante,

porque adelante estaba ya la tierra,

porque en su negro rumor,
entre sus brazos,
vi nacer un manantial,
toqué sus aguas,

y la tierra tenía sabor a pan,
a fruto,

porque vi, cayendo, todo el amor
desbordado y cierto
una noche sin palabras.


María Rivera

13 mar 2014

A ras del sueño.




Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Sin embargo, la infancia se empecina,
comienza a levantar sus inventarios,
a echar sus amplias redes para luego.
Somos los moribundos que nacemos
a la carne, a la sangre, al entusiasmo,
nos burlamos del sol, de la penumbra,
manejamos la gloria como un lápiz
y en las vírgenes tapias dibujamos
el amor y su viejo colmo, el odio,
el grito que nos pone la vergüenza
en las manos mucho antes que en la boca.

Somos niebla
bajo el cielo compacto, insolidario,
el asombro hace cuentas y no puede
mantenernos serenos, apacibles,
somos el invasor protagonista
que hace trizas el tiempo, que hace ruido
pueril, que hace palabras, que hace pactos,
somos tan poderosos, tan eternos,
que cerramos el puño y el verano
comienza a sollozar entre los árboles.

Mi corazón acobardado sigue
inventando valor, abriendo créditos,
tirando cabos sólo a la siniestra,
aprendiendo a aprender, pobre aleluya,
y quién sabe, quién sabe si entre tanta
mentira incandescente, no queda algo
de verdad a la sombra. Y no es metáfora.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Pero ¿por qué creerle a pie juntillas?
¿En qué galaxia está el certificado?

Algo aquí, nada allá. ¿Es tan distinto?
Lo propongo debajo de mis párpados
y en mi boca cerrada.
¿Es tan distinto?
Ya sé, hay razones nítidas, famosas,
hay cien teorías sobre la derrota,
hay argumentos para suicidarse,

Pero ¿y si hay un resquicio?
¿Es tan distinto,
tan necio, tan ridículo, tan torpe,
tener un espacioso sueño propio
donde el hombre se muera pero actúe
como inmortal?

Hay que amar con horror para salvarse,
amanecer cuando los mansos dientes
muerden, para salvarse, o por lo menos
para creerse a salvo, que es bastante.
Hay que amar sentenciado y sin urgencia,
para salvarse, para guarecerse
de esa muerte que llueve hielo o fuego.

Es el cielo común, el alba escándalo,
el goce atroz, el milagroso caos,
la piel abismo, la granada abierta,
la única unidad uniyugada,
la derrota de todas las cautelas.

Hay que amar con valor, para salvarse.
Sin luna, sin nostalgia, sin pretextos,
Hay que despilfarrar en una noche
—que puede ser mil y una— el universo,
sin augurios, sin planes, sin temblores,
sin convenios, sin votos, con olvido,
desnudos cuerpo y alma, disponibles
para ser otro y otra a ras de sueño.

Bendita noche cóncava, delicia
de encontrar un abrazo a la deriva
y entrar en ese enigma, sin astucia,
y volver por el aire al aire libre,
Hay que amar con amor, para salvarse.

A ras del sueño (fragmentos) - Mario Benedetti / 1967.


Para ti, quizá mañana...

2 mar 2014

Altazor

Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.

Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.

Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.

Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.

Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.



Altazor (fragmento) / Vicente Huidobro.

16 feb 2014

El genio de la multitud

Hay suficiente traición y odio,
violencia.
Necedad en el ser humano
corriente
como para abastecer cualquier ejercito o cualquier
jornada.

Y los mejores asesinos son aquellos
que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
que predican amor.
Y los que mejor luchan en la guerra
son -AL FINAL- aquellos que
predican
PAZ.

Aquellos que hablan de Dios.
Necesitan a Dios
Aquellos que predican paz
No tienen paz.
Aquellos que predican amor
No tienen amor.
Cuidado con los predicadores
cuidado con los que saben.
Cuidado con
Aquellos que
Están siempre
Leyendo
Libros.

Cuidado con aquellos que detestan
la pobreza o están orgullosos de ella.
Cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que se les alabe a cambio.
Cuidado con aquellos que censuran con rapidez:
tienen miedo de lo que
no conocen.
Cuidado con aquellos que buscan constantes
multitudes; no son nada
solos.

Cuidado con
El hombre corriente
Con la mujer corriente
Cuidado con su amor.
Su amor es corriente, busca
lo corriente.
Pero es un genio al odiar
es lo suficientemente genial
al odiar como para matarte, como para matar
a cualquiera.
Al no querer la soledad
al no entender la soledad
intentarán destruir
cualquier cosa
que difiera
de lo suyo.
Al no ser capaces
de crear arte
no entenderán
el arte.

Considerarán su fracaso
como creadores
sólo como un fracaso
del mundo.
Al no ser capaces de amar plenamente
creerán que tu amor es
incompleto
y entonces te
odiarán.
Y su odio será perfecto
como un diamante resplandeciente
como una navaja
como una montaña
como un tigre
como cicuta
Su mejor
ARTE.


Charles Bukowski.

28 ene 2014

Puisque la terre est ronde, Mon amour t’en fais pas.

"Dónde estarás, dónde estaremos desde hoy, dos puntos en un universo inexplicable, cerca o lejos, dos puntos que crean una línea, dos puntos que se alejan y se acercan arbitrariamente.

Y poquito a poco, Maga, vamos componiendo una figura absurda, dibujamos con nuestros movimientos una figura idéntica a la que dibujan las moscas cuando vuelan en una pieza, de aquí para allá, y todo eso va tejiendo un dibujo, una figura, algo inexistente como vos y como yo, como los dos puntos perdidos en París que van de aquí para allá, de allá para aquí, haciendo su dibujo, danzando para nadie, ni siquiera para ellos mismos, una interminable figura sin sentido..."

Rayuela / Capítulo 34 - Julio Cortázar.





19 dic 2013

Destiempo


Nuestro entusiasmo alentaba a estos días que corren
entre la multitud de la igualdad de los días.
Nuestra debilidad cifraba en ellos
nuestra última esperanza.
Pensábamos y el tiempo que no tendría precio
se nos iba pasando pobremente
y estos son, pues, los años venideros.

Todo lo íbamos a resolver ahora.
Teníamos la vida por delante.
Lo mejor era no precipitarse.



Enrique Lihn.

17 dic 2013

Au revoir terabyte



No puedo dormir. Pero tampoco trato de hacerlo.

Mi vecino tiene música triste, está borracho. José José, José Alfredo, Vicente Fernández, todos esos músicos que parecen adorar los tristes y los alcohólicos. A veces yo soy así, patético, arruinado y solitario. Pero no quiero ser así deliberadamente, ni continuar arrastrando el dolor y el miedo de esta forma. Espero no cruzar los 50 años.

Hace muchas semanas que me estoy hundiendo, y como bien sabes, cuando piensas que no puedes estar peor, viene otro golpe.

Hago fotografías porque también son una forma de mantener mi cordura con respecto al mundo y las personas a los que además ya sabes que no me siento unido ni vinculado. Tener fotos de tal o cual cosa me ayudan a saber que realmente sucedieron, que realmente estuve en cual o tal lugar y que conocí a personas que amé y que estuve en lugares por donde me llevaron mis pies. Dicho de otra forma es la verticalidad de mi existencia en lo que cada vez es más confuso para mí en el tiempo y en el espacio. Es nostalgia de lo que ya no tengo aunque no sé si en algún momento tuve. Fotos, fotos, fotos. Mis muertos, los ausentes, los olvidados, los desertores, el amor, la amistad, la infancia, todo eso que se cuela violentamente por la existencia de los seres humanos y todo eso que se puede querer cabalmente, pero más aun, los que nos dedicamos a hacer fotografía por cualquier razón. Hace un año antes de irme a Guerrero compré un disco duro externo para respaldar todo lo que tenía hasta entonces porque me llevé el Macbook y quería dejar lo que tenía para no portar información importante, etcétera. Lo usé en dos ocasiones antes de esta noche, pero hoy me doy cuenta que ya no sirve y todo se ha ido a la mierda, una vez más.

Hablo de el pánico que me da no poder abrir esa cosa y mirar las fotos cuando mi cabeza me juegue esa broma pesada de la "realidad". Frustración. Tras de un llanto disparatado se me quita porque estoy exhausto y me siento en medio del cuarto sin luz y pienso en las enormes llamas de los libros iluminando Alejandría. No soy nada. Las bellas almenas mexicas arrasadas por los españoles. Los bellos secretos persas abatidos con las espadas del ejercito de Alejandro Magno. No soy nada, no quiero ser nada. Las maletas de Pessoa, los borradores de Dante, no soy nada, nada, nada. Mi memoria no salvará a nadie, ni siquiera a mí. Mis fotografías no eran tan bellas pero eran mías, mis recuerdos, todo ese rollo.

4 días de fiebre más tarde, parece que mañana estaré un poco más sano, pero no me fío. El calendario que he vuelto a mirar hoy dice que es viernes 13. No tengo miedo, soy un perdedor nato. Me has dado tu cuerpo, tu cariño, tu atención, tu ternura, tu familia, tu amistad, tu dinero. ¿Y yo? Yo no tengo ninguna de esas cosas, soy como un dibujo a lápiz sobre una servilleta mojada. Solo te hablo de cosas tristes o torpes. Siempre de forma negativa.

Por cierto, recuerdas al poeta Antonin Artaud del que te hablé? Murió el día que yo nací aunque el en 1948 y yo en 1984, estuvo también es la sierra Tarahumara y posteriormente en hospitales psiquiátricos. Acaso soy su maldita y miserable reencarnación? Era bastante ruin, justo como yo. Si no me he suicidado aún, es porque me aterroriza la posibilidad de la resurrección.

Comenzaré de nuevo ¿Por qué este absurdo empecinamiento? Porque es lo que mejor sé hacer. comenzar, de nuevo, una y otra vez.











4 dic 2013

Confesión



El problema de tu amor es que no me sirve. Te quiero, sin duda. Me enloqueces, está claro. Te amo, sí. Pero no me sirve un amor corrompido, cerrado. No me sirve un amor a medias, un amor distante, de rebote.

No me sirve que vengas y vayas, que me hables y calles, y que calles y me digas que haga lo que quiera y vuelvas a callar. No me sirve que me veas a los ojos y sonrías y luego te voltees, me des la espalda, duermas tranquila. No me sirve que te sientes como te sientas y leas lo que lees, y de vez en cuando sonrías con desdén, con lástima hacia mi imperiosa necesidad de verte, de admirarte.

No me sirve tu amor de muñón; cortado antinaturalmente, doliente. No me sirve que me abandones sin decirlo, que me dejes tus cartas de palabras que, cobardemente, nunca me dirás de frente. No me sirve que me envíes fotos y me cuentes una pequeñísima porción de tu vida.

No me sirve tu amor jodido, no me sirve para vivir ni para morir. No me sirve, no me sirve que te sientes en mis piernas, que me rodees con tus brazos, que me beses la cara, que me acaricies el cabello. No me sirve que me beses apasionadamente, que metas tu lengua en mi boca, que la muevas con tu ímpetu de ventosa. No me sirve que pasees ésa, tu lengua, por las comisuras de ésta, mi seca boca. No me sirve que recorras mi cuello y mi oreja. No me sirve que así, humedecida por tu saliva, me digas que me amas por siempre.

No me sirve tu amor tiovivo. Vas de arriba para abajo, de cercano a lejano en un exhalar. Y me dices que me amas y que lo sientes, y me dices que quieres cargar mis hijos y nuestros hijos. No me sirve tu “toda la vida” cuando al día siguiente ya no estás. No me sirve que me sigas besando, que me acaricies el pecho, tus celos contra mis letras.

No me sirve tu amor de menstruación, ése en el que me visitas cada 28 días y todo es dolor y sangre y coágulos entre nosotros. No me sirve que roces con las yemas de tus dedos mi vientre y juegues con mi ombligo, que rasguñes mi espalda, que muerdas mis hombros. No me sirve que tomes el bolígrafo y me escribas falsos apotegmas, hipócritas y diplomáticos versos metafísicos, de amor.

No me sirve que, con lágrimas, me entregues al autobús y te des la vuelta y me dejes ir con tus abrazos desganados. No me sirve que me muerdas el pezón. No me sirve que me tomes las manos, que las entrelaces. No me sirve que mueva tus caderas lento sobre mí. No me sirve que desabroches el pantalón, que acaricies mi pene.

No me sirve penetrarte, no me sirven tus orgasmos, no me sirve tener sexo contigo en la silla en la que te sientas a leer con desdén. No me sirven los pedazos de ti.

No me sirve tu amor intervalo, de ratitos, de ganas, de disposición. No me sirve que te enojes y te indignes porque cuando te penetras con mi falo, yo me quedo inmóvil. No me sirve que llores y moquees y reclames por mis caricias otrora distintas. No me sirve que te comas mi esperma. Ni me sirven tus desplantes de niña.

No me sirven tus sonrisitas después del berrinche, ni tus caminatas rápidas, ni tus ojos entrecerrados, como queriendo mirar más allá, ésos con los que me dejas saber que estás enojada, que estás pensando, maquinando quién sabe qué cosas. No me sirven tus mentiras, tus ojos viendo hacia todos lados, tus manos sudadas, tus pies sudados. No me sirve tu amor.

El hueco que queda en la almohada, en donde descansaste tu cabeza. O la forma de tu cuerpo plasmada en el colchón. Quizá el polvo que traes de otras tierras en tus zapatos. El olor de tus jugos vaginales en mis dedos.

Me quedan tus estúpidos recuerdos, los tatuaste en mí y no puedo sacarlos, no puedo sacarte. Me quedan tus cachitos de ti. Me queda, otra vez, tu amor a medias.

Bailas a mí alrededor, ríes, sonríes para mí. Cada pequeño instante pienso que eres toda mía y yo no te quiero así. Pero no sé si te quiero toda mía a ínfimos instantes o si te prefiero todo mi tiempo a ínfima tú. Porque este amor lo requiere todo, lo devora todo, lo abarca todo. Y me queda tu ausencia, tu distancia.

Y entonces, le escribo a tu ausencia. Y me masturbo con tu ausencia, pensando que te hago el amor. Porque cuando vienes y tienes sexo conmigo, voy pensando que me masturbo con tu ausencia.









3 dic 2013

Trabajos forzados.

Fernando Pessoa, uno de los mejores escritores del siglo XX, combatió con discreción y silencio el peso de la vida. Ganaba unos pesos traduciendo correspondencia empresarial para empresas navieras y los gastaba en el aguardiente inspirador que consumía en soledad en melancólicas cafeterías y tabernas de Lisboa mientras escribía poemas con la voz de las veinte identidades que habitaban bajo el fieltro fatigado de su sombrero.
Franz Kafka, el primer escritor moderno, acaso el único que merece ser considerado moderno, tuvo entre 1908 y 1922 un empleo donde le entregaban un sueldo que, según el mismo afirmaba, le alcanzaba para “pagar el pan”. Era redactor de informes en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales para el Reino de Bohemia. Componía precisos memorandos—¡podemos imaginar cuan precisos!— para que la compañía pagase o dejase de pagar indemnizaciones a trabajadores heridos en el puesto de trabajo. A la salida corría a casa de sus padres, cenaba frugalmente un apio y una zanahoria —era vegetariano— y dedicaba la noche entera a iluminar los caprichos de la tinta sobre el papel con las candelas de su mirada esquizoide. A veces sentía remordimientos por entregarse a una vida laboral adocenante, pero en ocasiones se mostraba indulgente y afirmaba que el trabajo libera al hombre “del sueño que lo deslumbra”.

Arthur Rimbaud, sublime autor de poemas de febril adolescencia que siguen capturando fanáticos, renegó de la literatura para perderse en el África oriental de las hienas y los caníbales y hacer fortuna traficando con armas y marfil y tal vez con esclavos. Siguió escribiendo hasta la muerte prematura, pero solamente cartas familiares y comerciales entre cuyas líneas apenas asoma la locura de quien fuera un niño demonio.

Sí, señores. Los escritores trabajan en algo más que inventar historias que nos permiten seguir viviendo. Lo hacen para sobrevivir, pagar vicios, postergar la pobreza, abrir las puertas del tiempo, ganarle horas a la muerte… Otros trabajan para olvidar que la literatura es el verdadero trabajo.

1. El mendigo. Maxim Gorki, bolchevique, amigo de Lenin y Stalin y autor de novelas socializantes y educativascomo La madre (1907), combatió la pobreza extrema y los viles maltratos hogareños —su abuelo, su madre y sus hermanos le daban palizas que lo llevaron al vestíbulo de la muerte— haciendo de todo. De niño recogía trapos y clavos para revenderlos (sus compañeros le llamaban “el mendigo”) y cazaba pájaros para llevarlos al mercado; a los 11 años, le echaron de casa y se empleó en una zapatería; a los 12, fue pinche de cocina y luego fogonero en un vapor que recorría el Volga; en la adolescencia, formó parte de una pandilla de ladrones de leña; para pagar la universidad, se empleó de estibador y en una fábrica de galletas… Trabajaba catorce horas al día y tenía tiempo y ganas para asistir a las reuniones clandestinas de los revolucionarios que soñaban con una “república de trabajadores”. A los 19 años ya le vigilaba la policía zarista y decidió perderse recorriendo Rusia. Fue pescador, vendimiador, trabajó en salinas, pescador, obrero de carreteras… No es extraño su nombre literario —el de nacimiento era Alekséi Maksímovich Péshkov—: gorki significa amargo en ruso. Cuando ya había alcanzado la fama  se empleó como redactor en un diario. Cuando le encargaron dos artículos al día rechazó el puesto porque le parecía demasiado trabajo, como estar “en galeras”.

2. Niño explotado. Ladrón de ostras, cazador de focas, marinero dedicado al tráfico de opio, porteador de carga durante la fiebre del oro de Alaska… El personaje aventurero y pintoresco que nos viene a la memoria al hablar de Jack London, tiene su envés en su otra condición, la de trabajador industrial desde niño en fábricas de conservas —diez horas al día, de lunes a domingo—, carbonerías —un dólar por un turno de ocho horas—, lavanderías… Nacido en un hogar pobre y sin suerte, London tuvo que llevar dinero a casa desde los 10 años, pero se las arreglaba para dedicar todo el tiempo que le sobraba en la biblioteca, de cuya sala de lectura salía preso de una gran agitación nerviosa por las emociones que encerraban los libros. Con los años llegó a ser el escritor mejor pagado de su tiempo, pero los esfuerzos de la niñez y la adolescencia le pasaron factura: padeció de un intenso dolor crónico de espalda, brazos y manos durante el resto de su vida.

3. Contra el terror a envejecerSidonie-Gabrielle Colette, la autora de cincuenta novelas, colecciones de cuentos y libros de memorias, intentó hacer fortuna montando una línea de cosméticos en 1932, en plena Gran Depresión. La iniciativa fue del amante de la escritora, Maurice Goudeket, que convenció a la exestrella del Moulin Rouge y subversiva bon vivant liberada de que debía sacar provecho económico de su imagen pública —Colette tenía entonces sesenta años y sus buenos tiempos como sex symbol quedaban lejos—. No le hizo falta insistir: pese a que ella afirmaba ser, sobre todo, “una escritora”, la publicidad la seguía volviendo loca. “Un escritor hará publicidad si se siente capaz, si siente pasión por lo nuevo, si tiene capacidad de comunicar y un vocabulario lo bastante rico”, había declarado dos años antes para justificar sus participación en una campaña de anuncios de los cigarrillos Lucky Strike. Con las cremas y potingues, dijo, quería “renovar el contacto con las personas normales” y salvar a las mujeres “de la pérdida del placer y del terror a envejecer”. Convenció para que entrasen en el negocio a una heredera de la fortuna de las máquinas de coser Singer, un bajá oriental y un miembro de la saga de banqueros Dreyfus y compró un local en el centro de París que decoraron con estricto y elegante estilo art déco. Ella misma se encargó en la inauguración de maquillar a algunas de las asistentes. “Encuentro bellísimas a las mujeres cuando emergen bajo mis dedos de escritora. Sé lo que hay que poner en la cara de una mujer tan aterrorizada, tan llena de esperanza, en su declive”, explicó, aunque algunos diarios hablaron de que los colores rosa canalla y azulón del maquillaje era propio de “mujeres de la calle”. El negoció quebró en dos años, Maurice Goudeket se dedicó a la venta de lavadoras y Colette siguió escribiendo.

4. Contable alcohólico. Los padres fundadores de la novela negra, Raymond Chandler y Dashiell Hammett, tardaron en poder ganarse la vida con las tremendas novelas que ahora se estudian en las universidades. El primero, según cuenta Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores, llegó a acumular 36 decepcionantes trabajos —desde recogedor de albaricoques hasta encordador de raquetas de tenis—. Su vocación, pese al carácter temperamental y cínico de su gran héroe de ficción Sam Spade, era la contabilidad. Durante dos décadas, Chandler trabajó (y cumplió) en el departamento de cuentas de Dabney Oil Syndicate, la segunda petrolera de Los Ángeles tras Shell durante el boom del oro negro en California. Llegó a ser subdirector de la compañía escalando posiciones gracias a una cadena de sucesos que parecen extraidos de la trama de una de sus novelas: un jefe de contable fue encarcelado por fuga de capitales y el sucesor murió de un ataque cardíaco sobre la mesa de la oficina. En 1932 a Chandler lo prejubilaron por alcoholismo con una paga más que genrosa para evitar el escándalo. Para llenar el tiempo libre se matriculó en un taller de literatura y devoró todas las novelas pulp que encontraba. Le gustaba especialmente Dashiell Hammet y decidió imitarlo.

5. El buen cartero Chinaski.  El mala baba Charles Bukowski, tantas veces presentado como profeta de la transgresión —sobre todo por él mismo, que gustaba de falsear su biografía para añadirle dramatismo a su cartas a las editoriales—, fue un responsable cartero durante 14 años por un 1,82 dólares la hora. Intentaron despedirlo en 1969 por un episodio de absentismo, pero prometió que no se volvería a repetir y anularon el expediente. Solía quejarse de que el trabajo le había causado dolores crónicos de espalda, pero la experiencia le valió para,Cartero, donde aparece el alter ego Henry Chinaski. Fue una de sus primeras narraciones para el editor John Martin, que le prometió, a cambio de que siguiera escribiendo, cien dólares al mes de por vida (35 para el alquiler, 20 para comida, 15 para cerveza y cigarrillos, más el teléfono y el gas). A los 49 años, Bukowski dejó el servicio postal.

6. Peligroso Ford. En julio de 1923, Louis-Ferdinand Céline recibió su primer destino como médico: le enviaron a un pueblo de las Árdenas francesas. Un año más tarde le concedieron una beca de la Fundación Rockefeller para trabajar como responsable de los programas mundiales de higiene de la Sociedad de Naciones, el embrión de la ONU. Viajó durante tres años por EE UU, Canadá, Cuba,  Holanda, Italia y Senegal, pero terminó convencido de que “la medicina burguesa está muerta”, se empleó en un ambulatorio popular y se enfrascó en la redacción de la novela nihilista y antibélica Viaje al fin de la noche, que publicaron en 1932. Tras la II Guerra Mundial le declararon “desgracia nacional” en Francia por su colaboracionismo con los nazis y el antisemitismo de algunas obras menores.  La autora de Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores recuerda que durante su gira por los EE UU, el entonces joven médico había visitado las factorías automovilístucas de Henry Ford,  el multimillonario antisemita que publicaba en sus diarios artículos titulados Como los judíos controlan la venta de alcohol o El jazz es un invento de los judíos.


"Trabajos forzados"- Daria Galeteria (Impedimenta, 2012)

Ánxel Grove

2 dic 2013

In sacred bloods


Ni mi vida es completa ni mi muerte ha fracasado completamente.
Físicamente no existo, por mi carne destrozada, incompleta, que ya no alcanza a nutrir mi pensamiento.
Espiritualmente me destruyo a mí mismo, ya no me acepto como vivo.
Mi sensibilidad está a ras del suelo, y poco falta para que salgan gusanos, la gusanera de las construcciones abandonadas.

Pero esa muerte es mucho más refinada, esa muerte multiplicada de mí mismo reside en una especie de rarefacción de mi carne.

La inteligencia ya no tiene sangre. El calamar de las pesadillas da toda su tinta, la que obstruye las salidas del espíritu; es una sangre que ha perdido hasta sus venas, una carne que ignora el filo del cuchillo.

Pero de arriba a abajo de esta carne agrietada, de esta carne no compacta, circula siempre el fuego virtual. Una lucidez enciende de hora en hora sus ascuas que retornan a la vida y sus flores.

Todo lo que tiene un nombre bajo la bóveda compacta del cielo, todo lo que tiene un frente, lo que es el nudo de un soplo y la cuerda de un estremecimiento, todo eso pasa en las rotaciones de ese fuego en el que se asemejan las olas de la carne misma, de esa carne dura y blanda que un día crece como un diluvio de sangre.

Ese sentido que recorre las venas de esa carne mística, en la que cada sobresalto es un modo de mundo y otra especie de engendrar, se pierde y se devora a sí misma en la quemadura de una nada errónea.

¡Ah! ser el padre nutricio de esa sospecha, el multiplicador de ese engendrar y de ese mundo en su devenir, en sus consecuencias de flor.

Pero toda esa carne es sólo comienzos y ausencias y ausencias y ausencia...
Ausencias.

Antonin Artaud

De "Oeuvres complètes (Tome I)
Versión de Aldo Pellegrini