17 dic 2013

Au revoir terabyte



No puedo dormir. Pero tampoco trato de hacerlo.

Mi vecino tiene música triste, está borracho. José José, José Alfredo, Vicente Fernández, todos esos músicos que parecen adorar los tristes y los alcohólicos. A veces yo soy así, patético, arruinado y solitario. Pero no quiero ser así deliberadamente, ni continuar arrastrando el dolor y el miedo de esta forma. Espero no cruzar los 50 años.

Hace muchas semanas que me estoy hundiendo, y como bien sabes, cuando piensas que no puedes estar peor, viene otro golpe.

Hago fotografías porque también son una forma de mantener mi cordura con respecto al mundo y las personas a los que además ya sabes que no me siento unido ni vinculado. Tener fotos de tal o cual cosa me ayudan a saber que realmente sucedieron, que realmente estuve en cual o tal lugar y que conocí a personas que amé y que estuve en lugares por donde me llevaron mis pies. Dicho de otra forma es la verticalidad de mi existencia en lo que cada vez es más confuso para mí en el tiempo y en el espacio. Es nostalgia de lo que ya no tengo aunque no sé si en algún momento tuve. Fotos, fotos, fotos. Mis muertos, los ausentes, los olvidados, los desertores, el amor, la amistad, la infancia, todo eso que se cuela violentamente por la existencia de los seres humanos y todo eso que se puede querer cabalmente, pero más aun, los que nos dedicamos a hacer fotografía por cualquier razón. Hace un año antes de irme a Guerrero compré un disco duro externo para respaldar todo lo que tenía hasta entonces porque me llevé el Macbook y quería dejar lo que tenía para no portar información importante, etcétera. Lo usé en dos ocasiones antes de esta noche, pero hoy me doy cuenta que ya no sirve y todo se ha ido a la mierda, una vez más.

Hablo de el pánico que me da no poder abrir esa cosa y mirar las fotos cuando mi cabeza me juegue esa broma pesada de la "realidad". Frustración. Tras de un llanto disparatado se me quita porque estoy exhausto y me siento en medio del cuarto sin luz y pienso en las enormes llamas de los libros iluminando Alejandría. No soy nada. Las bellas almenas mexicas arrasadas por los españoles. Los bellos secretos persas abatidos con las espadas del ejercito de Alejandro Magno. No soy nada, no quiero ser nada. Las maletas de Pessoa, los borradores de Dante, no soy nada, nada, nada. Mi memoria no salvará a nadie, ni siquiera a mí. Mis fotografías no eran tan bellas pero eran mías, mis recuerdos, todo ese rollo.

4 días de fiebre más tarde, parece que mañana estaré un poco más sano, pero no me fío. El calendario que he vuelto a mirar hoy dice que es viernes 13. No tengo miedo, soy un perdedor nato. Me has dado tu cuerpo, tu cariño, tu atención, tu ternura, tu familia, tu amistad, tu dinero. ¿Y yo? Yo no tengo ninguna de esas cosas, soy como un dibujo a lápiz sobre una servilleta mojada. Solo te hablo de cosas tristes o torpes. Siempre de forma negativa.

Por cierto, recuerdas al poeta Antonin Artaud del que te hablé? Murió el día que yo nací aunque el en 1948 y yo en 1984, estuvo también es la sierra Tarahumara y posteriormente en hospitales psiquiátricos. Acaso soy su maldita y miserable reencarnación? Era bastante ruin, justo como yo. Si no me he suicidado aún, es porque me aterroriza la posibilidad de la resurrección.

Comenzaré de nuevo ¿Por qué este absurdo empecinamiento? Porque es lo que mejor sé hacer. comenzar, de nuevo, una y otra vez.