4 dic 2013

Confesión



El problema de tu amor es que no me sirve. Te quiero, sin duda. Me enloqueces, está claro. Te amo, sí. Pero no me sirve un amor corrompido, cerrado. No me sirve un amor a medias, un amor distante, de rebote.

No me sirve que vengas y vayas, que me hables y calles, y que calles y me digas que haga lo que quiera y vuelvas a callar. No me sirve que me veas a los ojos y sonrías y luego te voltees, me des la espalda, duermas tranquila. No me sirve que te sientes como te sientas y leas lo que lees, y de vez en cuando sonrías con desdén, con lástima hacia mi imperiosa necesidad de verte, de admirarte.

No me sirve tu amor de muñón; cortado antinaturalmente, doliente. No me sirve que me abandones sin decirlo, que me dejes tus cartas de palabras que, cobardemente, nunca me dirás de frente. No me sirve que me envíes fotos y me cuentes una pequeñísima porción de tu vida.

No me sirve tu amor jodido, no me sirve para vivir ni para morir. No me sirve, no me sirve que te sientes en mis piernas, que me rodees con tus brazos, que me beses la cara, que me acaricies el cabello. No me sirve que me beses apasionadamente, que metas tu lengua en mi boca, que la muevas con tu ímpetu de ventosa. No me sirve que pasees ésa, tu lengua, por las comisuras de ésta, mi seca boca. No me sirve que recorras mi cuello y mi oreja. No me sirve que así, humedecida por tu saliva, me digas que me amas por siempre.

No me sirve tu amor tiovivo. Vas de arriba para abajo, de cercano a lejano en un exhalar. Y me dices que me amas y que lo sientes, y me dices que quieres cargar mis hijos y nuestros hijos. No me sirve tu “toda la vida” cuando al día siguiente ya no estás. No me sirve que me sigas besando, que me acaricies el pecho, tus celos contra mis letras.

No me sirve tu amor de menstruación, ése en el que me visitas cada 28 días y todo es dolor y sangre y coágulos entre nosotros. No me sirve que roces con las yemas de tus dedos mi vientre y juegues con mi ombligo, que rasguñes mi espalda, que muerdas mis hombros. No me sirve que tomes el bolígrafo y me escribas falsos apotegmas, hipócritas y diplomáticos versos metafísicos, de amor.

No me sirve que, con lágrimas, me entregues al autobús y te des la vuelta y me dejes ir con tus abrazos desganados. No me sirve que me muerdas el pezón. No me sirve que me tomes las manos, que las entrelaces. No me sirve que mueva tus caderas lento sobre mí. No me sirve que desabroches el pantalón, que acaricies mi pene.

No me sirve penetrarte, no me sirven tus orgasmos, no me sirve tener sexo contigo en la silla en la que te sientas a leer con desdén. No me sirven los pedazos de ti.

No me sirve tu amor intervalo, de ratitos, de ganas, de disposición. No me sirve que te enojes y te indignes porque cuando te penetras con mi falo, yo me quedo inmóvil. No me sirve que llores y moquees y reclames por mis caricias otrora distintas. No me sirve que te comas mi esperma. Ni me sirven tus desplantes de niña.

No me sirven tus sonrisitas después del berrinche, ni tus caminatas rápidas, ni tus ojos entrecerrados, como queriendo mirar más allá, ésos con los que me dejas saber que estás enojada, que estás pensando, maquinando quién sabe qué cosas. No me sirven tus mentiras, tus ojos viendo hacia todos lados, tus manos sudadas, tus pies sudados. No me sirve tu amor.

El hueco que queda en la almohada, en donde descansaste tu cabeza. O la forma de tu cuerpo plasmada en el colchón. Quizá el polvo que traes de otras tierras en tus zapatos. El olor de tus jugos vaginales en mis dedos.

Me quedan tus estúpidos recuerdos, los tatuaste en mí y no puedo sacarlos, no puedo sacarte. Me quedan tus cachitos de ti. Me queda, otra vez, tu amor a medias.

Bailas a mí alrededor, ríes, sonríes para mí. Cada pequeño instante pienso que eres toda mía y yo no te quiero así. Pero no sé si te quiero toda mía a ínfimos instantes o si te prefiero todo mi tiempo a ínfima tú. Porque este amor lo requiere todo, lo devora todo, lo abarca todo. Y me queda tu ausencia, tu distancia.

Y entonces, le escribo a tu ausencia. Y me masturbo con tu ausencia, pensando que te hago el amor. Porque cuando vienes y tienes sexo conmigo, voy pensando que me masturbo con tu ausencia.